La violencia es bella. Supongo que nos dan mas morbo las cosas tristes, malas, imágenes duras, inteligencia emocional, choque de emociones... Nos hacen sentir a gusto en nuestras cosas y cómodos en nuestras vidas. O nos hunden en la miseria y nos reafirman en nuestra creencia de que el mundo es una mierda.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Por mi ventana entraba la noche con su amanecer, el cenicero creando vida y yo matando la mía con los viajes al mundo al que no ves. Los grises y pícaras sonrisas abundan en él, aquel verde me hizo atrapar la verdad; cómo la gran mayoría de ellos. Me pesaba más pensando en mis gramos que en mi alegría, no me quería. Era miedo a ser feliz, tanta derrota me tenía desconcertado. Aquella caladas me ayudaban a encontrarme a mí mismo, aquel niño en su triste jardín creando más preguntas en cada una de sus respuestas. Dibujos animados y eternas tardes de juegos. Todo lo anterior se interrumpía, aún suenan mil gritos en mi interior. Por mucho que apriete los puños y los ojos nunca olvidaré, en realidad nunca se hace. Pocas veces me contaron aquellos cuentos, me los tenía que leer yo solo. Aún retumban los ecos de aquellas fiestas en compañía de mi botella, parecía entenderme; pero solo me causaba más problemas aparte de mis actuales pulmones negros. Restos de la vida, hecha cenizas. Palpaba la soledad tan cerca, que me agarraba a cualquier tontería. Mis labios se han acariciado con muchas tonterías, engañadas en bases de te quiero y todas esas tonterías de encaprichados. Todos mis errores esperan cada año mi maleta rumbo al aeropuerto, olvidando en busca de la distancia. Pero todo sigue dentro, los locos nunca olvidamos. Fui adicto a millones de perdones. Aquella triste promesa del odio a los antidepresivos y somníferos parece haberse esfumado, cómo toda esos rostros perdidos en los volantes de sus coches que nunca han parado de huir. Y yo aquí, resignado no tengo regalo para abrir, exceptuando mi cajetilla de Marlboro. Contemplando el amanecer de Madrid entre el calor de un café y la brisa rebelde que juega con las cortinas. Al menos si que había cumplido un sueño, le tenía a él. Solo esperaba que aquellas noches eternas bajo el techo de Madrid no hubieran sido otros labios ardiendo.

martes, 5 de febrero de 2013

No hay camino ya, solo estelas en un mar. Aquel mar era su bañera. El agua se tintaba de rojo poco a poco, y su sangre iba invadiendo el agua cómo la leche al café hasta que llegan al punto de ser uno solo. En horizontal, que solo te hace llorar. Hacerlo en vertical sería la salida más fácil de todas. Tan fácil cómo sencillo a la hora de hacerla daño, sensible de pasiones puras; o eso dicen. Su comida, aquellas pastillas de Prozac y Tranxilinium. Ya había dejado de ver sus vivos colores, se habían transformado en una rutina gris.
Sus rojas lágrimas dejaban de latir por aquellas líneas paralelas al mismo tiempo que pretendía encenderse aquel cigarro. No tenía fuerzas suficientes para hacer girar la piedra, se habían ido todas por el desagüe.


lunes, 4 de febrero de 2013

Me voy a por tabaco, tal vez no vuelva nunca.

Me voy a por tabaco, tal vez no vuelva nunca. Tal vez no he aprendido el camino de vuelta, tal vez no quiera ya ni volver. Lo que más me preocupa es mi duda sobre apagar o no las colillas. Una brasa entre los labios me quema la mierda, me hace los suspiros roncos. Lo único que nubla mi vista este espeso humo que parece moverse cada día más y más a cámara lenta. Mi rutina es a tonos grises de nostalgia. Echo de menos esas nubes grises que terminaban empapando mi cara con una sonrisa, puede. Volveré, seguro. Viviré, quién sabe. La rigidez de un cigarrillo depende de cómo sea tratado. Tal vez termine roto, hecho una mierda; o tan impoluto y puro cómo aquél que das la vuelta para pedir un deseo.
No se por qué escribo esta mierda, tal vez sea hipócrita y un débil hundido entre cajetillas de mil marcas, las cuales me han acompañado para escribir esas pequeñas líneas.


miércoles, 16 de enero de 2013

Tengo el corazón roto, nuevamente. Cómo una piedra, cómo una casa abandonada. Sus inquilinos la han abandonado. Eras tú. Tal vez fui muy romántico para el siglo XXI, tal vez mi corazón lata a base de comedias románticas americanas. Solo quiero mi final feliz. Solo quiero hacer el amor con todas mis canciones sonando de fondo. La nostalgia me invade, cómo hoy la lluvia a Madrid. Todo se secará y los charcos se irán, pero las calles siguen empapadas de nuestros recuerdos. Será pasar por aquel rincón dormido de la acera, y ver allí tatuadas nuestras sombras. El tiempo va actuar de rayo láser para borrarnos de allí, pero los recuerdos nunca mueren. Solo los recordamos menos. Solo, intentaré recordarte menos.

martes, 15 de enero de 2013

Wintertime Sadness.

Te invade poco a poco, cómo un escalofrío. Llega poco a poco, cómo el amor; o eso dicen. Pero siempre llega puntual, cosa de la que toda persona peca. Llegas igual, Invierno. Empiezas tiñendo las calles de marrón, hasta que un día decides invadirlas de blanco. Blancos como el fondo de nuestros ojos, blanco cómo las nubes cuando está a punto de nevar, blanco como el fondo de nuestros ojos que vieron esas nubes. Tal vez los besos tiritando entre escalofríos bajo la luz abandonada de una farola sean mejor, tal vez busquen tus abrazos. Puede que la ciudad esté mas bella con gotas de lluvia, puede que nosotros paseando por la ciudad la hagamos más bella. Solo estoy seguro que mis lágrimas son fáciles de ocultar bajo la lluvia, que tus besos saben mucho mejor entre los abrazos del gélido viento y que el calor que desprende el café o la brasa del cigarrillo no me lo quita nadie. También se que el Invierno se va a acabando, y da que tú has querido terminar del la misma forma. Sin duda no te necesito, creo. Solo se te necesito a ti, Invierno.


domingo, 13 de enero de 2013


Hoy es Domingo, y los Domingos son días aburridos si no sales a la calle, aunque sea un poco. Los domingos son rutina de estar en casa, en los que las cuatro paredes de tu cuarto son monotonía. Miras por la ventana, no piensas en nada, las letras tristes invaden tus venas, y los cigarros queman las historias de una manera diferente. Tal vez este Domingo pertenezca a esa rutina tras un fin de semana de desenfreno y no hacer nada. Pero la rutina es una droga. Y esta droga nos afecta cada día de formas diferentes. Tal vez hoy piense en ti, en esos besos que me diste para salvaguardarme del frío entre tus brazos y que ayer se rompieron como un vaso contra el suelo al rechazarme. Tal vez sea eso. Tal vez sea un iluso. Tal vez sea un romántico, un soñador y un bohemio en tiempos de valores simples y difíciles. Tal vez lo quiera todo y no quiera nada, solo tengo claro que durante meses te quise a ti, y tú a mi de una manera diferente hasta ayer. Las hostias nos hacen daño, y nos enseñan. Pero de toda hostia la cicatriz se cura y si hace falta te levantas con muletas. Mi ciudad y Madrid vieron nuestros besos, esos sitios se han hecho presentes. Es imposible no recordar un beso tan perfecto en la Gran Vía bajo las luces de Navidad. Es imposible olvidar, porque nunca se hace. Nunca se olvida, solo se recuerda con menor frecuencia ¿Pero de olvidar? De eso se encarga desgraciadamente el Alzheimer, el paso del tiempo, y sustituyendo unos labios por otros. Tus labios ya me están sustituyendo, los míos se muerden solos al recordarte. Tal vez el destino hace la vida más fácil a los vividores y valientes, yo sigo sentado un banco rematando este paquete de cigarrillos y mirando los posos del café pensando en ti, pensando en nada y pensando en nadie. Solo cuento los meses, días o semanas para coger el avión a mi paraíso británico y volver a desconectar más de o que desconecto en Madrid. Solo cuento los días para volver a sustituir nuevamente unos labios.


miércoles, 9 de enero de 2013

Su gorro no llamaba la atención de nadie en aquél marrón bosque. Tenía un pon pon en la punta de color rosa, era su favorito. Marrón bosque, si. No había ni un solo árbol perenne en aquél sitio que ella tanto disfrutaba. Triste, no. Bohemia, amente del café, un buen cigarrillo y el cielo gris de su ciudad. No se escuchaba nada aparte de el chasquido que producían sus pies al pisar aquél sendero difuminado por una alfombra otoñal. No sabía si era principios de Noviembre o finales de Octubre. No sabía la hora ni el día, solo estaba de paso. Lo único que la importaba es que era Otoño, y estaba allí. Sola, en compañía de las cenizas del cigarrillo que se acaba de encender con una cerilla y el calor del termo lleno de café que se había preparado. Café, con leche y mucha azúcar. Las penas hay que tomárselas con dulzura y al menos construir una falsa sonrisa. Ella, no sonreía ni lloraba. Solo pensaba, daba un par de caladas y sorbos al mismo tiempo que miraba las fotos que había tomado en el camino. Eran bien buenas, ya las editaría y subiría en su momento. Adoraba ese sitio y cómo la hacía sentir. Era un nada, parte de un todo. Sacó el mechero y comenzó a quemar una hoja que había arrancado. En ese momento la calle se hizo eco del sonido de la sirena, era una ambulancia. Soltó la hoja en llamas, no era un bosque. O quién sabe, tal vez si.